jueves, 31 de marzo de 2016

Parálisis por el análisis

Un amigo se ha hecho experto en caravanas, estuvo mirando y buscando para comprar una y no acabo de decidirse, demasiadas opciones, no lo tiene claro, quiere mirar más y seguir pensándoselo. Otros según ven la primera se deciden, no tienen que mirar más.

Pasa lo mismo con decisiones importantes, por ejemplo para comprar casa, los hay que después de ver cien no se deciden y los que la compran viendo tres.

En el equilibrio está la virtud y no en los extremos. Malo es no informarse lo suficiente, especialmente en las decisiones importantes y también es un desperdicio de tiempo informarse demasiado si la decisión no lo merece.

Los que quieren tenerlo todo controlado sufren “Parálisis por el análisis”, tanto analizar no hacen nada. Como hemos visto en los ejemplos no se deciden sobre que quieren comprar, no inician un proyecto nunca porque nunca están todas las variables controladas y ningún momento es bueno, porque siempre hay una pega.

“Hacer algo es mejor que no hacer nada a la espera del momento, la solución, la información o el proyecto perfecto”

Es la “Trampa del perfeccionismo”, hasta que no está todo controlado no empezamos, con lo que no empezamos nunca. O hasta que no está todo perfecto no acabamos, con lo que empezamos y nunca estamos satisfechos para acabar.

El perfeccionista está eternamente insatisfecho, incluso cuando lo da por acabado. Nunca está suficientemente bien, siempre se puede mejorar, pero ¿a qué precio? Llega un momento que el trabajo no compensa y el esfuerzo es excesivo para lo que se va a conseguir.

“Tratar de hacer las cosas perfectas puede llevar un tiempo que no tienes”

En el otro extremo está “el chapuzas”, enseguida se cansa y para el todo vale. Quizá con ver tres casas no es suficiente para decidir la compra, que el proyecto merezca más dedicación y esfuerzo.
La curva de valor frente al tiempo dedicado tiene forma de ese. Al principio el valor de lo que haces apenas crece, después empieza el momento en el que realmente añadimos valor y cuando ya hemos dedicado “suficiente” tiempo el valor vuelve a crecer muy poco a pesar de las horas extra dedicadas.

Como ejemplo si no dedicamos suficiente tiempo a elaborar un informe será una chapuza y no sólo no nos aportará valor, sino que nos dejará en evidencia ante quien lo lea. Si el informe ya está “suficientemente bien” y le hemos dedicado cuatro horas es probable que una hora más no se note demasiado.

No siempre que se tiene más información se toman mejores decisiones, en ocasiones las ramas no nos dejan ver el bosque y los detalles hacen que olvidemos que es lo importante y la valoración no sea la correcta. Cuando esto ocurre el perfeccionista, al que le gusta pensárselo, llega a la conclusión de que debería haber mirado más cuando es probable que si hace lo contrario la decisión sea mejor.

Informarnos demasiado nos aleja de lo que realmente queremos y anula la intuición, nos puede llevar a peores decisiones.

Me gusta la idea del prototipo. Hacer algo que aporte valor a alguien e irlo mejorando y sacando mejores versiones. Aquí te dejo con este prototipo de idea sobre la “parálisis por el análisis” y el “perfeccionismo”. Sé que es un tema polémico y este texto se puede enriquecer con tus comentarios.

Decide cuanto tiempo merece cada cosa. Me gusta el cuarto de los acuerdos del libro de los cuatro acuerdos: “Haz siempre lo máximo que puedas” y me gusta el añadido, lo máximo y no más. A veces dejamos demasiada energía en cosas que no la merecen.

jueves, 24 de marzo de 2016

Perdona que te interrumpa

Me gusta ir a leer y estudiar a la biblioteca, me siento acompañado en lo que hago. Supongo que muchos vamos allí para evitar las interrupciones que podemos tener en casa o en el despacho, por parte de otros o para hacer una visita a la nevera.

En una de esas visitas a la biblioteca me senté frente a una chica de unos 20 años, en las dos horas que yo estuve allí no se levantó de la silla. Toda una mañana de estudio.

Me llamó la atención porque no paró de mirar el móvil en las dos horas. El proceso era algo así:
  1. Mira el móvil, sonríe y teclea algo.
  2. Deja el móvil.
  3. Vuelve a estudiar durante medio minuto.
  4. Consulta el móvil, sonríe y vuelve a escribir algo (estamos de nuevo en el punto uno).

Durante las dos horas no pasó de página. Es posible que ella estuviese convencida de que había pasado dos horas estudiando y fuese poco consciente de lo poco productivo de esas dos horas. Sospecho que podía haber sido más beneficioso quedar a tomar un café con el que estuviese en el otro lado de la comunicación. O si iba a estudiar apagar o apartar el móvil de su vista.

Y es que cuando interrumpimos una tarea pagamos un gran precio para retomarla. Si estamos leyendo tenemos que releer los últimos párrafos, lo que sucede con cualquier cosa que estemos haciendo, retomar el hilo tiene su precio. En el caso de esta chica no consiguió ni pasar de página en dos horas (¡igual consiguió otras cosas!). Cualquier tarea se alarga cuando la interrumpimos y la retomamos.

¿Quién era responsable de tanta interrupción? Quizá quien estaba al otro lado de la comunicación tenía su responsabilidad, aunque sin duda alguna cuando alguien nos interrumpe es porque nosotros le dejamos.

Nos dejamos interrumpir porque nos han educado para atender al que llega a hacernos una petición. Es adecuado echar una mano si es que podemos y atender a nuestros compañeros si es necesario. Lo que no está tan claro es que tengamos que perjudicarnos por ello.

Debemos encontrar el equilibrio entre el respeto y la atención a los demás y el respeto por nosotros mismos. Si lo que estamos haciendo es importante (nos lleva a los resultados que perseguimos), si nos interrumpimos nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos. Y si permitimos que nos interrumpan con cualquier cosa también nos faltamos al respeto. El nuestra labor encontrar el equilibrio entre la consideración a los demás y nuestra propia consideración. Esta es una de las tareas más difíciles a la hora de gestionar bien el tiempo, nuestra vida.
Foto del banco de tiempo de Segovia
La frase “tienes un minuto” es muy peligrosa, ese minuto fácilmente se puede convertir en media hora. La persona que nos invade quizá no es consciente de que en ese momento necesitamos ese minuto o esa media hora, quizá hasta piensa que nos está haciendo un favor para que nos relajemos.

Decía Jacinto Benavente que mucha buena gente que sería incapaz de robarnos el dinero, nos roba sin escrúpulo alguno el tiempo que necesitamos para ganarlo. Creo que en ocasiones ni siquiera se dan cuenta.

Una buena forma de aumentar la productividad es empezar antes de que el resto llegue. La primera hora de la mañana suele ser muy productiva porque no hay interrupciones. Y si vives en una gran ciudad el madrugar un rato más puede evitar parte de los atascos.

El primer paso es ser consciente de las interrupciones que tienes, tanto las provocadas por otros como las que te auto-provocas, para después poder combatirlas.

Si quieres trabajar con las interrupciones te pueden interesar dos entradas del blog anteriores: la técnica Pomodoro y aprender a decir “NO”

viernes, 18 de marzo de 2016

Ciclo decreciente de productividad y autoconfianza

Una excusa muy fácil para no ir a por lo que queremos es decir “No sé lo que quiero”. Es que si sabes lo que quieres tienes que empezar a justificar por qué no te pones a ello.

Es una excusa que yo me he puesto de vez en cuando y no hace mucho alguien me dijo “Yo creo que sí que sabes lo que quieres”. Podía haber seguido preguntando por qué me ponía esa excusa, o qué me estaba ocultando, me hubiese obligado a pensar.

El primer paso es saber lo que quieres, por ejemplo un aprobado, y el siguiente ponerte a hacer lo necesario para conseguirlo, como puede ser estudiar, lo que no siempre conseguimos. ¿Por qué sabiendo lo que tengo que hacer (para conseguir lo que quiero) aun así no lo hago? Lo voy dejando para más adelante.
Vamos a intentarlo - foto de Slideshare
Todos dejamos cosas para después, si es de forma puntual no suele suponer un problema, lo problemático es si forma parte de nuestro estilo de vida.

Conozco gente que dedica la mayor parte de su tiempo a reprogramar lo que no ha hecho, sin darse cuenta de que dejará de hacerlo nuevamente y lo volverá a reprogramar. Cambiando citas de un día para otro y programando actividades que siempre quedan pendientes.

Dejar para mañana lo que puedes hacer hoy te puede llevar a una de las dos siguientes situaciones:
  1. El ciclo decreciente de la productividad y la motivación: Poco a poco el hábito de no hacer lo que planificado va minando su autoconfianza, convencido de que planificar entonces es una pérdida de tiempo decide no planificar, lo que nos lleva a no conseguir los resultados que queremos y para no sentir culpa y remordimientos deja de plantearse qué resultados quiere conseguir. Acaba conformándose y renunciando a ponerse objetivos ambiciosos, cayendo en la comodidad y en la rutina, sintiéndose atrapado en una vida que quizá no le gusta. Esto lo llamo el ciclo decreciente de la productividad y la autoconfianza, se va perdiendo motivación y se cae en una monotonía sin propósito.
  2. Enganchado al estrés: se deja todo para el último momento, cuando no hay otra opción que poner tus fuerzas al límite para conseguir el objetivo. La tensión hace que generemos adrenalina y en ocasiones con un sobre-esfuerzo conseguimos resultados, en la mayoría de los casos por debajo de nuestras posibilidades. Estos resultados mediocres nos hacen sentir satisfechos dada la circunstancia de falta de tiempo (Es como cuando vas perdiendo un partido y en el último momento consigues empatar, estás encantado aunque podías haber conseguido más).  Este ciclo de emoción-satisfacción encubierta nos convierte en adictos a la emoción y la adrenalina, estableciendo el hábito de dejar para el último momento.
En ocasiones dejamos para luego porque no nos sentimos capaces de hacer lo que tendríamos que estar haciendo o porque estamos esperando la ocasión para hacerlo perfecto, lo que nos paraliza y nos lleva a hacer cosas menos importantes.


Vistas las consecuencias de dejar para después creo que es el momento de que te plantees que es lo que quieres y vayas a por ello, al menos lo habrás intentado y espero que disfrutes por el camino. Deja de ponerte excusas (acaba con la excusitis) y empieza ya.

viernes, 11 de marzo de 2016

El poder de la constancia

He estado hablando con una persona que quiere perder peso, lleva tiempo intentándolo y no lo consigue. Fue a una endocrina para perder peso y que cuando vio que la endocrina estaba gorda decidió no hacer mucho caso, es como si un calvo te vende crece-pelo. Me ha dicho que va a probar unas pastillas recomendadas por una amiga, que además cuestan una pasta y me pregunta qué opino.

Las pastillas no son de las que recetan los endocrinos, con lo que coincidimos en que igual no es buena idea, nunca sabes que efecto pueden tener a largo plazo (ni siquiera a corto plazo). Afortunadamente las pastillas van acompañadas de ejercicio y dieta y el tratamiento dura tres o cuatro meses (el ejercicio y la dieta pueden marcar la diferencia)

Estoy convencido que en esos cuatro meses bajará de peso. El precio de las pastillas ayudará a mantener la motivación y la constancia para hacer ejercicio y comer de forma más saludable. Incluso los días que no apetezca hacer deporte y apetezca más darse un atracón. Quizá las pastillas solo tengan efecto placebo.
Foto de jmacpepe
Creo que la respuesta está en la constancia, en proponerte un objetivo, tener un buen porqué para ir a por ello y trazar un plan que te lleve hacia la meta. Después sólo queda la perseverancia para mantenerte en el plan y estar cada día un paso más cerca del objetivo.

He escuchado a Francisco Alcaide (@falcaide) decir que las dificultades están para distinguir los que dicen que quieren conseguir algo de los que realmente lo quieren. No todos los días apetece lo mismo, no siempre cuesta lo mismo, si realmente quieres conseguir el objetivo encontrarás fuerzas para mantenerte en el camino para conseguirlo.

Lo difícil es empezar, después es más fácil mantener los buenos hábitos. Hacer deporte de forma regular durante la semana te va a costar las primeras semanas si no hacías deporte, al cabo de dos meses si no haces ejercicio el cuerpo te va a pedir que te muevas. La constancia crea los hábitos para sea más fácil seguir, la clave es crear buenos hábitos.

Adelgazar también tiene que ver con el tiempo. Si acostumbras a comer rápido y estás 30 minutos comiendo comerás más que si comes más despacio. Un buen ejercicio para comer menos es apoyar el tenedor o la cuchara cada vez que te llevas un bocado a la boca.

Por otra parte la señal de que estamos llenos, de que hemos comido lo suficiente, tarda en llegar unos 15 minutos al cerebro. Si comes rápido puedes ingerir muchas calorías en esos 15 minutos. Por eso recomiendan parar de comer antes de sentirnos llenos.

En algunos casos tenemos que estar dispuestos a ir en contra de nuestra educación. Puede que nos hayan educado a acabarnos el plato, aunque ya estemos llenos. Puede que nos hayan empujado a comer el último filete para que no sobre ¿Cuál es el problema de guardarlo para mañana?

En resumen:
  • Ponerse objetivos y encontrar un buen porqué para conseguirlos (si tienes el por qué encontrarás el cómo).
  • Diseñar el plan para conseguir el objetivo.
  • Constancia para seguir el plan. La perseverancia hace cambiar malos hábitos por buenos (dieta, comer despacio y ejercicio).
  • Darse cuenta y cambiar creencias que nos limitan (acabarse el plato).
  • Hacer público el objetivo puede ayudar.

Los que me conocen saben que tengo cierto sobrepeso, así que este artículo puede hacer algo de gracia. Voy a aprovecharlo para hacer público el objetivo de bajar a 92 kilos este año 2016. El hacer público los objetivos ayuda a conseguirlos, así no tienes que soportar la vergüenza de no cumplir.

Si conoces a alguien con sobrepeso le puedes enviar el post, en los comentarios podéis hacer públicos vuestros objetivos para el 2016. En esta caso mejor objetivos de medio-largo plazo.

jueves, 3 de marzo de 2016

Una vida con propósito

Stephen Covey propone en su libro de los 7 hábitos de la gente altamente efectiva el ejercicio de trasladarnos a nuestro funeral, ver quién asiste, lo que piensan y lo que dicen. Nos propone imaginar el discurso que daría un familiar, un amigo, un compañero de trabajo y alguien de la comunidad donde vivimos. Después comparar ese discurso que darían con el que nos gustaría que diesen.

Las palabras que nos gustaría que dijesen tienen que ver con el legado que nos gustaría dejar tras nosotros y el ejercicio de dedicar unos minutos a pensar en estos discursos puede ayudarnos a clarificar el “para qué”, el “propósito” de nuestra vida.

Iglesia de Quintanilla vivar - www.pueblosdecastillayleon
Hoy he estado en el funeral de Benito, que deja un gran legado tras su vida. Todo el pueblo le ha acompañado en su adiós y es que era muy querido y respetado por sus vecinos y amigos.

Era de esas personas que actúan como pegamento social, que no entra en rencillas y hace que las cosas funcionen mejor. Durante muchos años fue alcalde y se ganó el cariño de todos, a pesar de las dificultades. Una persona que aunaba las voluntades de muchos, de él podrían aprender los políticos y podemos aprender todos.

Ayer me decía uno de sus hijos que era reacio a entrar en rencillas, si algún vecino se había metido un poco en su tierra le era más fácil pensar que no se había dado cuenta que enfadarse con él. Algunas veces nos enfadamos por tan poco y el causante del enfado ni se ha enterado. Ser bien pensados, creer en la buena voluntad del prójimo, nos puede librar de muchos malos ratos, de perder amigos y convertirlos en enemigos.

Hoy decía su hija que sabía tener paciencia, que no hay mal que cien años dure y que esperaba y creía firmemente en que tiempos mejores llegarían, como así suele ser si tenemos paciencia y perseveramos.

Siempre me abrió las puertas de su casa y recuerdo una infancia feliz jugando y haciendo alguna trastada con sus hijos, agradezco esa forma que siempre tuvieron de acogerme y recuerdo el sentido común que tenían sus palabras.

Le recuerdo como una persona sensata, dispuesto a ayudar al que tenía al lado, de fiar, en el que podías depositar toda tu confianza, tranquilo y de largo recorrido, sabiendo que iba a estar ahí por mucho tiempo. Eso ha hecho que muchos le vayamos a echar de menos y vaya a vivir en nuestro recuerdo. Gracias Benito por el legado que nos has dejado.

Vivimos cómo si nuestra vida fuese infinita, cómo si no fuésemos a morir nunca, y se puede acabar en cualquier momento. Dejemos de vivir en el futuro y sintamos más el presente, contribuyamos a los que nos rodean y aportemos por mejorar las relaciones entre todos. Te invito a que reflexiones sobre cual quieres que sea tu legado, ¿Qué te gustaría que dijesen el día de tu funeral? Aunque sea duro puede ser cualquier día.