jueves, 7 de enero de 2016

Lo que crees creas, si no te gustan tus resultados revisa tus creencias

Mi hija con casi 11 años nos ha hecho creer hasta el último momento que sigue creyendo en los Reyes Magos, así es mucho más fácil que vengan y hace más ilusión. Lo que creemos y lo que creen los que nos rodean influye en lo que hacemos y por lo tanto en lo que nos pasa y en nuestros resultados.

Nuestro sistema de creencias determina nuestro modo de ver el mundo, establece nuestra forma de pensar, lo que nos lleva a actuar de una determinada manera y a conseguir unos determinados resultados.

Creencias → Pensamientos → Acciones → Resultados

Esto se ve mejor con un ejemplo: si estoy convencido de que soy malo en matemáticas (creencia), pienso que voy a suspender aunque estudie lo que me lleva a pensar que  no merece la pena sacrificar un partido, ver una película o una buena conversación para estudiar (pensamientos), lo que me lleva a hacer menos esfuerzos para estudiar o no estudiar, total voy a suspender (acciones), lo que me lleva efectivamente a suspender (resultado). Además el resultado tiende a reforzar la creencia inicial (soy malo en matemáticas), con lo que entro en un círculo vicioso.

Puede que crea lo contrario: soy bueno en matemáticas o que siempre que estudio aprendo (creencia), lo que me lleva a pensar que si estudio sacaré adelante la asignatura y estableceré una buena base para el futuro (pensamientos), lo que me anima a estudiar y a hacer problemas que disfruto porque se me dan bien (acciones) y finalmente saco buenas calificaciones (resultado), lo que refuerza mis creencias iniciales de que si estudio aprendo y que soy bueno en matemáticas.

Cómo decía Henry Ford “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes estás en lo cierto” Porque las creencias nos llevan a las acciones que refuerzan esas propias creencias, nos llevan a los resultados que respaldan esas creencias (lo que crees creas). Así que si no te gustan tus resultados revisa tus creencias.

Las creencias acaban siendo nuestro filtro para ver el mundo y sólo vemos lo que creemos, no es que creamos lo que vemos y de ello tenemos múltiples ejemplos como la imagen de la mujer joven o vieja (según nuestra primera impresión).
Solo vemos lo que estamos preparados para ver, mira si eres capaz de contar el número de veces que los de la camiseta blanca se pasan el balón en el siguiente vídeo (ya un clásico).
¿Qué es cierto?: Si lo creo lo veo o si lo veo lo creo. Muchos no creen hasta ver y entonces no ven. Si nos paramos a pensar no creemos lo que vemos, vemos según lo que creemos, con lo que, dando un paso más acabamos creando lo que creemos.

Lo que creemos afecta a los demás y a su rendimiento, como pone de manifiesto el Efecto Pigmalión. Si los profesores creen que los alumnos son buenos y los tratan así serán buenos estudiantes (Ver estudio de Rosenthal y Jacobson). Lo que tiene relación con la profecía autocumplida, cuando pronosticas que algo va a suceder acaba sucediendo. Cuida lo que dices a tus hijos, a la gente que te rodea, es probable que se lo crean.
  
Encontramos distintos orígenes para nuestras creencias: Hay creencias que heredamos de nuestros mayores, cuando somos pequeños creemos lo que nos cuentan, prácticamente cualquier cosa hasta los 8 o 10 años. También vamos generando nuestras propias creencias según nuestra experiencia generalizándola, como ejemplo un día dimos mal una patada a un balón generalizamos que somos malos en deportes, con lo que trataremos de no exponernos y no practicar ningún deporte, con lo que acabaremos siendo malos deportistas convencidos o bien damos la patada bien o alguien nos anima, creemos que somos buenos para los deportes, seguimos practicando y acabamos siendo buenos. O podemos establecerlas por otros métodos, como puede ser la repetición, diciéndonos muchas veces por ejemplo “si quieres puedes” lo que te anima a hacer. Estos últimos métodos nos pueden ayudar a cambiar si queremos nuestras creencias.

Tendemos a no cambiar nuestra forma de ser, nuestra forma de ver el mundo, nuestras creencias por distintos motivos:
  • Orgullo: no nos gusta aceptar que nos podemos equivocar.
  • Culpa: por los errores cometidos por esos juicios errados.
  • Pereza: pocas ganas de hacer esfuerzos para cambiar.
  • Miedo: a lo que nos puede traer lo nuevo, nos aferramos al dicho de más vale malo conocido que bueno por conocer.
Las creencias no son neutras, pueden ser positivas que nos impulsan (yo puedo) y creencias negativas que nos frenan (soy malo en esto). Según Marcia Wieder las tres grandes creencias limitantes:
  1. Inadecuado: No soy suficientemente… (bueno, inteligente, rápido, rico, delgado, joven, viejo…)
  2. Escasez: No hay suficiente… (dinero, tiempo, energía, recursos, amor, apoyo…)
  3. Desconfianza: No confío en… (ti, en mí, el tiempo, el proceso, Dios…)
Deja la excusitis (no soy bueno, no tengo suficiente tiempo…), deja de poner pegas y ponte a hacer, escoge hacer. Comprométete con lo que quieres y busca la manera de que suceda.


Si observas puedes encontrar creencias que no te convienen y puedes sustituirlas por otras que te vayan mejor. Conocer nuestras creencias es el primer paso para cambiarlas. Escogemos en que creemos en cada momento del día, son nuestros juicios y opiniones. Escoge de forma consciente en que quieres creer.

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